martes, 31 de julio de 2012

Incendios.

Entre tantas alternativas dolorosas que presenta este 2012 fatal (que no fecha el fin del mundo, pero se lleva gente querida y talentosa día a día) una decisión de la Corte Suprema de Justicia de la Nación resuelta el año pasado, que viabiliza una decisión política impulsada por el Poder Ejecutivo Nacional (con ulterior aval abrumador del Legislativo) viene, como en tantos otros terrenos, a modificar la estructura social y económica excluyente que nos legó la nefasta dictadura militar que azotó al Pueblo de estas pampas feraces entre 1976 y 1983.

Será en diciembre cuando un grupo económico de fortaleza desusada de acuerdo con su actividad principal (y que por eso dice mucho del país que perfilaron los criminales de Estado de esa dictadura) tiene que desprenderse de activos (de señales de cable en rigor) para viabilizar los alcances de la Ley de Medios Audiovisuales, aquella que reseñaba al inicio.

Hasta diciembre, el país será un incendio.

Creo que nada de lo mucho que sucede (desde el Obelisco a oscuras, fruto de la idiotez del idiota peligroso que gobierna la Ciudad de Buenos Aires, hasta los "ajustes de cuentas" del conurbano, cuestión en la que el Gobierno Nacional debe actuar pronta y categóricamente) deja de estar relacionada con ese paso trascendente enderezado a modificar el país abyecto que esa dictadura abyecta nos dejó.

En medio de tantas calamidades, un sicario -menos sanguinario que aquellos que descuartizan y decapitan por la zona de Moreno, pero hecho de la misma madera- se ensaña con uno de los abanderados de esa cruzada (vale el término) fundante de algo menos malo de lo dejado en diciembre de 1983 por una comandita de asesinos, en tributo de sus socios, igualmente deleznables.





Creí mucho en ese tipo que en 2012, al final de una vida tan mal llevada, desde esa corrupción que evidencia desde el estado de ese cuerpo deforme y envilecido, se ocupa de menesteres tan abominables como el de ensuciar a Víctor Hugo Morales, tal el adalid de la lucha por la Ley de Medios Audiovisuales.

Era la noche (así la viví yo) de los '90 y Jorge Lanata era, para quien andaba por los veinte años, una figura atrayente, un modelo incluso.

Fue quien me hizo adoptar el primer diario que elegí por propia voluntad, que no se leía en casa, pero que él dirigía: "Página/12", medio en el que descubrí plumas que adoptaría para siempre: Soriano, Wainfeld, Bayer, Gelman, Feinmann, Verbitsky; me amigaría con Rep y sus dibujos (en los '80 era yo un alfonsinista duro y puro y me calentaba de lo lindo con "Los Alfonsín", tira en la que años más tarde advertiría la mirada tierna -aunque muy crítica- que el entrañable Migue Rep tributaba al querido Gallego) y también disfruté mucho -debe decirse- al propio Lanata, a Caparrós, a María Moreno, a tantos y tantas que me marcaron en buena medida desde intereses, elecciones, decisiones, gustos: ideologia digamos.

Era loco por Lanata, lo admiraba muchísimo, le tenía afecto, incluso.



Recuerdo un programa radial de él "Hora 25" que emitía la "Rock&Pop" en esos abominables años '90s. Iba a la medianoche, todos los días y no me perdía una emisión; a punto tal que llegué a ir a los estudios que esa radio tenía por la calle Estados Unidos, creo, un viernes por la noche, con mi amigo Fabián Gerbino.

Llegué a salir al aire en ese programa, incluso. Conversando con Lanata, como lo hubiera hecho con un amigo. Un amigo al que respetaba muchísimo.

Evoco la calidez del programa, las entrevistas a personajes entrañables (recuerdo una excepcional a Hugo Guerrero Marthineitz), los oyentes que identificaba por nombres y apodos, en especial me acuerdo de una chica ciega que decía asociar su voz al color azul, el que no conocía por no poder ver desde que había nacido.

El tiempo, que suele ser fiero y vengativo como escribió Discepolín, echó todo por la borda.

Ya me hizo ruido su maridaje con Neustadt en Punta del Este, aunque el fin de mi fe en Lanata comenzó con una edición de "Día D", por el '97 o el '98.

Había hecho mucha alharaca el domingo anterior con una cámara oculta en el supermercado "Carrefour" y lo reveladora que sería de cuestiones muy delicadas; cámara oculta cuya primera parte emitió al domingo siguiente. Me acuerdo que nada de lo que pasó me llamó mucho la atención, sí entrevistaba a repositores que trabajaban en negro y otras situaciones que (aunque delicadas) no suponían la gravedad que había anticipado tan insistentemente. Por ello, al cierre de la entrega, dijo que el domingo siguiente se vería la parte sustancial del informe, la más reveladora.

Al domingo siguiente, volví a ver "Día D" y transcurrida la primera hora, ni mención hubo a la cámara oculta de "Carrefour". Promediando la emisión, anunció una nueva sección "desfile de modelos": a lo largo de una pasarela, desfilaría un "modelo social", del tipo de Juan Carr, Margarita Barrientos o la Moni Carranza.

El segmento, era auspiciado por "Carrefour".

A partir de ahí, su salida de "Veintitrés", el delirio del Maipo, la dirección de"Crítica de la Argentina", del bracete de Marsans y otras canalladas, hicieron que olvidase a Lanata.

Hasta este año, de "fuck yous" consagrados a una platea que nunca había sido la suya, de clasemedieros resentidos (aunque haya alguno que otro que piense distinto a uno y no merezca que se lo descalifique), pero ciertamente, una platea muy "Alto Palermo" de jóvenes que medran en una antipolítica de paladar negro, que no leen a Feinmann, a Bayer o a Wainfeld, como no hubieran leído en los 90s a quien ahora los ameniza con monólogos deficientemente oxigenados.

Aunque -y vamos cerrando- de alguna manera quiso volver sobre sus pasos y denunciar connivencias presuntas de Morales con la dictadura uruguaya, quien hace semanas dijo estar harto de que se hablase tanto de los años '70.

Exhumó algún cadáver insepulto y habló de cuarteles, Tupamaros quebrados y partidos de fóbal, allende el charco.

Como sea, desde acá bancamos a Morales: haya estado o no con los militares del Uruguay, no obstante nos conste (nos consta) que no fue así. Que siempre estuvo en la vereda de uno, por eso lo bancamos desde este humilde espacio. Porque hoy, aquí y ahora, Morales representa todo lo contrario a la tradición de los golpistas de aquí y de allá. Porque se ha jugado en una movida que apunta a revertir el legado del terrorismo de Estado de los ideólogos del Plan Cóndor.

Y que Lanata siga donde está, que le sienta muy bien en su lamentable epìlogo vital.

jueves, 26 de julio de 2012

Guasón.

Leo la contratapa de "Págna/12" de hoy y me interiorizo sobre la masacre desatada hace unos días (aparentemente) por el idiota de la foto.

Juan Gelman en: "¿Por qué mató James Holmes?", se formula más preguntas que precisiones a la vez que arriesga sobre las razones por las cuales el idiota de la foto habría matado a unas cuantas personas en un cine de Colorado, Estados Unidos.


La calificación de idiota, es redudante, admito.

Hay que reparar en la expresión que dibuja, en ese gesto vacío, en el peinado y el color del pelo, para concluir en la idiotez profunda del fulano ese que disfrazado de "El Guasón" se habría cargado a mucha gente en ocasión del estreno del último "Batman" en aquel cine de Colorado.

Por esos designios del destino, la pantalla prendida en cualquier canal me devuelve la imagen de Matías Alé,  parásito vocacional. Ríe Alé, vaya a saber uno de qué carajo y (a la vez de lamentarme porque no haya decidido Alé haber ido a un cine de Colorado la semana pasada en ocasión del estreno de "Batman") concluyo en que la idiotez no es privilegio de nacionalidad alguna.

Aunque reparando en ese idiota peligroso se piensa que esa imbecilidad es propia de los estadounidenses, como la del  fotografiado mientras escuchaba cargos tremendos de boca de jueces que deben ser padres, tíos y/o abuelos de idiotas como el acusado: cocinados en esa salsa de idiotez peligrosa, de banalidad abyecta que son los Estados Unidos. 

Y de quienes con cipayismo lastimoso, celebran y reproducen los valores de esa sociedad decadente, inmunda, que ha venido pariendo idiotas peligrosos como el de la foto que ilustra la nota del maestro Gelman.

viernes, 20 de julio de 2012

Los gurises y el veneno.

Los pocos (y no tanto) y buenos (y muy buenos) que siguen (generalmente en silencio) las pavadas que uno escribe, saben que este encuentro quiere mucho al presidente del Uruguay, Pepe Mujica.


En ocasión de escucharlo  (más dormido que despierto) esta mañana plantear las razones por las que remite a consideración del Legislativo del país que preside la ley por la que se despenalizará el consumo y la comercialización de marihuana, mi consideración, en verdad mi respeto hacia el hombre de Estado que gobierna allende el charco, ha asumido una nueva envergadura.


Con su estilo (que no siempre gusta, pero que aquí se celebra) directo, chúcaro tal vez, aunque accesible a  todos y a todas, supo dejar en claro las razones que urgentemente exigen la aprobación de esa medida, que no supone (lo dijo Pepe, coincidimos) que se considere al consumo de marihuana una panacea, sólo que se le propone dar a la realidad que enfrenta ese país -y tantos otros- el mismo temperamento con el que se enfrentan otros consumos que tampoco son alentados, por legales que sean, como el tabaco, el alcohol y demás farmacopea de venta libre.


Las miras de Pepe, hombre de Estado que piensa en los gobernados, en especial los más jóvenes y dejados de la mano de ese Estado, es combatir sin cortapisas aquello que definió (con igual precisión) como un veneno: la pasta base de cocaína que aquí y allá, amenaza con cargarse a una generación.


Del discurso de ese hombre sabio y bueno, ratificamos conceptos y pareceres como alertas: todos aquellos que se levanten airadamente contra el proyecto de Pepe, conscientes o no, contribuirán al mantenimiento del estado de cosas que tanto daño viene causando.

jueves, 19 de julio de 2012

Y al que no le gusta: se jode, se jode.

No quería escribir sobre política, pero escribimos sobre política.

La razón, bien que despreciable: motivos personales, relativos a un cumpleaños número 7 al que no podré asistir.


Se había declarado el lunes, una conciliación obligatoria había normalizado la cuestión, pero anoche -por lo menos a esa hora me enteré-, todo volvió a ser como antes: paro por tiempo indeterminado de los choferes de micros de larga distancia por un reclamo, admitamos, justo: un aumento salarial del 23% en los emolumentos de esos laburantes.


Decía que el reclamo era justo, porque el costo de la vida subió de un año a esta parte en esa proporción y, por ende, es de estricta justicia que el salario no se deteriore al compás de la innegable inflación que azota a estas pampas feraces.


Único (o uno de los pocos) efecto nocivo que este tiempo ha deparado a los laburantes desde mayo de 2003 a este presente tantas veces insoportable: millones de desempleados de entonces (y otros tantos que a 2003 no tenían edad para trabajar, pero al alcanzarla serían tan desocupados como sus padres, de haberse perseverado en las políticas llevadas a cabo por años en este bendito suelo), que merece tan justo reclamo.


Inflación, producto de la carga que los formadores de precios realizan a los bienes y servicios una vez que se resuelve un convenio colectivo de trabajo que aumenta los salarios de los trabajadores, práctica que se retomó en 2003, luego de unos 15 años de haberse abandonado.

Todo lo que se escribe es conocido, sólo se menciona para contextualizar una queja, bien pequebú, nacida de una necesidad personal imposibilitada por un reclamo de justicia innegable: la de los trabajadores que reclaman por un justo aumento de sueldo, tras -no todos, muchos seguro- haber tolerado 15 largos años de sueldos congelados, vacaciones diferidas, humillaciones varias.

Década que toleraron sin chistar. Contentos quizás.

Ahora se los ve enojados a los muchachos, embarcados en justas gestas por el reacomodamiento de sus ingresos marchitos por la inflación que posibilita un programa económico que los considera pieza central del desarrollo y el porvenir de esta sufrida Patria nuestra.

Como justos son los reclamos de los recolectores de residuos. Que no juntan los residuos en la Capital y Gran Buenos Aires y aupados en su justo reclamo, sumergen a decenas de millones en un basural a cielo abierto, para alborozo de alimañas, roedores, pestes varias.

Porque la justicia del reclamo sindical debe privilegiarse sobre todo: las vacaciones de otros tantos miles de trabajadores como aquellos que con justicia se resisten a manejar sus ómnibus; la necesidad de millones de trabajadores como los recolectores de residuos, de justo reclamo, de que le sean retirados los residuos que se producen en sus hogares; la pretensión de un boludo como el que escribe de compartir un cumpleaños número siete.

Así se escribe la Historia.

Y como cantan los justicieros de la social justicia: al que no le gusta, se jode, se jode.

Y nos estamos jodiendo todos, los paladines de la justicia también, aunque no lo adviertan.

Suponiendo que no advierten, que advertimos que todo se circunscribe a dejar al país hecho un caos hasta diciembre de 2012, cuando tenga que desmembrarse un multimedios.

Esa es toda la discusión.

Por último, sólo quiero dedicar esta entrada a un lúcido amigo que lee estos disparates, a quien debo mi residencia actual en San Juan, lejos de tanta militancia por la Justicia.

sábado, 14 de julio de 2012

TV Pública.

Para merecer cariñosos reproches de gente muy querida (y como confesé para evitar escribir sobre política nacional y no por ello abstenerme de consagrarme a un placer tan mío, como la escritura de este blog) he estado escribiendo sobre TV. Sobre Tinelli en verdad: alcances, sentido, hechura, consecuencias y otros delirios.

Escribí para fraseando a José Feinmann que ese programa era un exponente insuperable de lo que ese intelectual calificó como TVómito.

De acuerdo al resultado de la programación ofrecida la noche del viernes por el Canal 7, decimos desde aquí que el reverso, la antítesis de esa televisión deleznable es, la Televisión Pública.

Con el noticiero de media hora como separador, la grilla se integró por el capítulo final de En Terapia y desde las 23.30 horas, se emitió una obra maestra del cine universal (así considerada por quien escribe, como por la crítica mundial calificada) El Dependiente, de Leonardo Chiquito Favio.


Si desde el opuesto deleznable se apela al golpe bajo, se exacerban miserias y bazofias sociales e íntimas, las emisiones que comentaba apuestan a lo opuesto, para hacer un tonto juego de palabras.


En Terapia tuvo un final condigno al relieve de los 44 capítulos anteriores.


No sólo a partir de la excelencia de las tres actuaciones (intensas, lúcidas, conmovedoras) a cargo del Flaco Peretti, Julieta Cardinali y (me permito la perogrullada) Norma Aleandro, de una contundencia que no admite más calificativos y que invito a que sean apreciadas desde la red: youtube permite revisar el capítulo final y toda esta gran propuesta.

Ha sido destacable, bienvenida En Terapia desde la inteligencia y sensibilidad del guión, la dirección de cámaras, la fotografía. Un programa, una obra de arte hecha con respeto desde quienes la encarnaron y (de allí mi principal motivo de ponderación) hacia quienes la vimos a lo largo de estos meses.

Por tal, enormemente gratificante. Va desde este humilde espacio nuestro reconocimiento, afecto, admiración a todos quienes participaron de esa propuesta entrañable.

Qué decir de El Dependiente que no me demande una vida escribiendo.

Me limito (mucho se  ha escrito sobre el cine de Favio y sobre esa película en particular) que aconsejo que se la vea. Es una de las expresiones más altas del talento argentino de todo el siglo XX, puesto que El Dependiente (todo el cine de Favio, en rigor) es una obra de arte de una lucidez, belleza, nivel, inverosímiles.

Relata la historia de un empleado (torvo, sórdido) de una ferretería de provincia que espera por veinticinco años que el dueño del negocio muera de una vez para heredarlo (Don Vila, a cargo de nuestro amado Fernando Iglesias, Tacholas). 




El señor Fernández, a cargo de Walter Vidarte, en performance colosal, es un ser oscuro, de una perversidad animal, que mal disimula ese odio hecho de resentimientos muy profundos, resume (desde el texto importante de Zuhair Jury, sobre el que volveremos) muchas facetas de nuestro ser nacional, en especial el del pobrerío provinciano. Es una víctima que sabe jugar muy bien el rol de victimario a guisa de revancha vital, que se lo llevaría puesto a sí mismo.

Se casa con la señorita Plassini, ser tan o más abyecto que Fernández.

Quienes descubren a Graciela Borges por sus últimos trabajos (desdeñando su trayectoria) no vieron El Dependiente, pelíicula en la que -siendo muy jovencita- interpreta a esa muchacha absurdamente cruel, feísima desde donde se la mire; alternativa que por sí sola merece el resalto de la composición de esa mujer que siempre ha sido tan hermosa, como del realizador, a quien le tributo una admiración incomensurable.

Completan el reparto, la viuda de Plassini, a cargo de Nora Cullen (nada que se diga de ella le hará justicia a doña Nora) y Martín Andrade, narrador en off, al inicio y en la piel de Estanislao, un muchacho falto, al decir de las comadres cuyanas.

Decíamos de la consideración que se tuvo sobre esa película (se ha subrayado muy especialmente el travelling final, motivo de estudio en academias de cine de todo el mundo) y por todo elogio digamos que supo construir Chiquito una joya del cine a partir de un texto eminentemente teatral.

Reviéndola anoche (por decimoquinta vez, calculo) caí en la cuenta de que debiera llevársela al teatro, mediante recursos acordes con ese género.

Y en tren de divagar. fantaseo.

Dirección: Mauricio Kartun. Su sensibilidad hacia lo campero y su entendimiento y divertimento de los requiebres del interior profundo nacional (dicho metafórica y literalmente), mandan que la dirija.

En el papel de Fernández, me permito la obviedad de proponer a Osqui Guzmán, hecho a medida.

Valeria Bertucelli, como la señorita Plassini y (pienso en la actuación de Cullen, no en la edad del personaje) a la Negra Fiorentino como la viuda de Plassini.

En el papel de Don Vila (ya que estamos soñando, sueño en grande): el gran Federico Luppi.

Quién les dice.

viernes, 13 de julio de 2012

Estadísticas.

Se ha escrito mucho acerca del uso (no siempre científico ni honesto) que se le dan a las estadísticas, monarcas absolutas de los republicanos Estados Unidos de América.

Generalmente las rechacé, aunque a partir de mi pulsión blogger recurro a ellas seguido, desde que esta página habilita la opción de consultar cuántas visitas diarias registra este diario íntimo virtual, en especial, teniendo en cuenta que rara vez (en rigor, casi nunca) se deja algún comentario a una opinión mía, lo que supone, lejos de un reproche, la admisión de que lo escrito, despierta poco interés en ser debatido o rebatido.





El gráfico que antecede, muestra el progreso mensual de visitas al blog, disparadas en junio de 2012, con un sensible reflujo en el mes que corre, que puede consultarse también semanal y diariamente.

Lo más curioso, lo que motiva esta entrada, es el apartado correspondiente a los orígenes de esas visitas:

El mapamundi (para escribir una antigüedad insoportable) refleja los países desde donde se habría consultado el sitio, en este caso, en el transcurso de esta semana.

Predomina la Argentina con 273 visitas, los Estados Unidos, con 23 y más abajo Brasil y Uruguay, con 8 cada uno. Para mi sorpresa, se registraron 18 visitas desde la Federación Rusa, 8 desde Alemania y 5 de Hungría.

No se me ocurre pensar en una persona que desde Hungría (tampoco desde Caballito o desde Lanús) se interese por las boludeces que uno escribe.

Como sea, vuelvo al inicio, y ratifico mi eterna desconfianza hacia las estadísticas.

Carmencita.

No sé bien por qué escribo sobre determinadas cuestiones que quizás no merecerían mi atención y dedicación, máxime cuando deploro contundentemente el producto que comento tan reiteradamente, aludo, desde luego a Showmatch, ese esperpento abominable que -aunque algo marchito en materia de audiencia- domina la televisión argentina, casi siempre patética, no pocas veces abyecta, calificada con precisión por José Pablo Feinmann como TVómito.

Desde temprano casi todas las señales (no sólo las del multimedio Clarín) se despachan con el resumen de lo que acontece en eso que es cualquier cosa menos un concurso de baile: un engendro en el que los protagonistas (en especial los miembros del jurado) sacan trapitos al sol exponiendo sus miserias más íntimas del modo más inconfesable.

No se entiende por qué llama tanto la atención la conventillería que se expele desde allí, quizás Marcelo Tinelli, ese eficaz exacerbador de lo peor de nosotros, saca punta al poderoso morbo colectivo, que siempre supo dar fruto, aunque nunca rindiera tantos dividendos.

Lo que se propone, lo que se exhibe desde esa pantalla espuria, parece evocar la alcahuetería de los chimenteros (que abrazan ese producto con devoción) con la chúcara -aunque auténtica- revista Esto, que el Gallego García editó hasta los primeros '90s: aquella revista que publicaba en tapa las fotos que Crónica se abstenía de hacer, en homenaje quizás, a cierto pudor edittorial elemental.

Esta mañana -voy al grano- en un café céntrico de San Juan quienes desayunábamos atendíamos a un canal de noticias que informaba el estado de las líneas de subte, los retrasos del ferrocarril Mitre y la sensación térmica de la fría mañana de Buenos Aires y entre otras cuestiones de vital interés para quienes pasamos nuestros días aquende la cordillera, un resumen de lo que pasó ayer en ese altar de la mierda que conduce Tinelli.

De allí esta entada absurda.


No vamos a relatar qué pasó, sólo que se reprodujo una discusión (acicateada, seguramente por la producción, a la que asistía Tinelli con esa risita cínica, que siempre luce en esos momentos horrrendos) entre Carmen Barbieri y una niña, creo, de apeliido Paleo, quien habría sido la que sedujo al añoso Santiago Bal, hasta ese momento, esposo de Carmen.

Fue tan penoso todo, era tan horrible asistir a esa discusión (me dieron lástima ambas y en especial el hijo de Bal-Barbieri, que intervino para sosegar a su mamá) más allá de que estaba lógicamente pautada y se habrá hecho en búsqueda de más audiencia, bien que marchita en la edición 2012 de la bazofia que comentamos.

Verla a Barbieri en ese trance (como a tanta gente apreciada y algún amigo muy querido chapotenado en esa miasma) me hizo evocar a la mejor Barbieri, que disfruté, allá lejos y hace tiempo (¿2003?) en un café concert proponiendo un monólogo de una lucidez y gracia propia de su padre, el gran Alfredo.

Fui en compañia de un gran amigo quien, por esas cosas del destino tiene participación en ese programa que deploro (aunque lo suyo aporta talento, buen gusto y por tanto es una bocanada de aire puro en esa cloaca a cielo abierto) y recuerdo parte de ese monólogo de Carmen, que me hizo desternillar de risa.

Evoco:  "Cuando era chica, soñaba con ser una gran artista. Quería cantar como Valeria Lynch, bailar como Eleonora Cassano y actuar como China Zorrila. Y resulta que: actúo como Valeria Lynch, canto como Eleonora Cassano y bailo, como China Zorrilla".

Es de esperar que (aunque ese trabajo le retribuyese materialmente tantísimo menos que el cachet que percibe por esa inmundicia que emite El Trece) esa comediante excepcional retome, más pronto que tarde, el lugar que más la dignifica.

miércoles, 11 de julio de 2012

Amado por nosotros.

Hace unos días escribí sobre Piazzolla, a 20 años de su muerte.

Como feliz excepción a esa necrofilia tan nuestra, hoy, 11 de julio es el "Día del Bandoneón", en homenaje a la fecha de nacimiento de uno de los contemporáneos más talentosos y adorables que tiene todavía esta tierra: Aníbal Carmelo Troilo, Pichuco.

No me voy a poner a escribir, me pasaría la vida compartiendo cosas sobre él.


No sé si Horacio Ferrer es el mejor poeta del tango. Digamos, no es el mejor ni en mil años. Pero tiene una sensibilidad contundente.

La que le permitió hacer nacer este homenaje a Troilo: El Gordo Triste.


Pavada de verso:
No habrá nunca un porteño tan baqueano del alba,
con sus árboles tristes que se caen de parado.
¿Quién repite esta raza, esta raza de uno, 
pero, quién la repite con trabajos y todo?

Por una aristocracia arrabalera, 
tan sólo ha sido flaco con él mismo.
También el tiempo es gordo y no parece,
Pichuco de las manos como patios.


Y ahora que las aguas van más calmas
y adentro de su fueye cantan pibes
recuerde, sueñe viva, gordo lindo,
amado por nosotros. Por nosotros. 

Amado por nosotros.

http://www.youtube.com/watch?v=ufgoZh1Mupg  (Versión de Goyeneche).

Velociraptor

No todo tiene alguna explicación  o si la tiene, no siempre tiene sentido andar dando vueltas y en especial, dando cuenta acerca de ellas.

Ando masticando cuitas y puteando de lo lindo con tantas cosas que pasan, en rigor, con desacomodamientos que no comprendo y con los que discrepo de lo lindo. Para ser claro: me tiene mal la ruptura entre Cristina y Moyano. La rechazo terminantemente, inaugurará, quizás, una etapa nueva y peor que la que conocemos, la vigente, nacida de la confluencia entre los intereses que encarnan ambos.

Estoy enojado, por eso, con los dos.

Por eso (siempre compelido a garabatear alguna pavada sin una razón que deba ser explicada o merezca serlo), comento que recién hoy, miércoles, terminé los diarios del domingo.


Leo dos: Página/12 y La Nación.

Quienes leyeron algunos de los disparates publicados saben que en honor a una tarjeta de descuentos (¡!) pongo en riesgo mi salud hepática leyendo La Nación viernes y domingos.

A veces da gracia La Nación. Es tan idéntico a sí mismo esa hechura condigna de su fundador, el héroe de la Guerra de la Triple Alianza, que el asco, la indignación por tanto daño se difumina un poco al reparar en lo entrañable que pueden, por ejemplo, esa cáfila de oligarcas gagás que escriben impudicias reaccionarias, patéticas en realidad.

No seríamos justos, si dijéramos que La Nación y ciertos escribas son fascistas o fascistoides. Seríamos injustos, decía con plumas importantes que el fascismo (por más deleznable que haya sido siempre) supo ofrecer: Matías Sánchez Sorondo, Julio Irazusta, Manuel Gálvez, no merecen ser parangonados con Pagni, Escribano, ni qué decir de ese Ventura, sujeto que da fe de aquello de que la cara es el espejo del alma.

Y Nik. Módica porquería ese Nik. Me contó un amigo que se dedica al métier que ese personaje ensucia, que él  (es un dibujante de los más talentosos e importantes de este tiempo), Quino, Rudy, Paz, Maicas, Nine (y cuando vivían) Caloi y el Negro Fontanarrosa (entre tantísimos), no iban a mesas redondas si se lo invitaba a Nik.

La razón: ha plagiado y robado a tirios y a troyanos con un descaro inédito. Lo notable, según ese amigo tan querido por mi, era que perpetra esos robos con un cinismo y una naturalidad atroces. Por caso, los """""chistes""""" mediante los cuales conjuga el español con el inglés (The Gaturro's Brutish English Method) es una réplica de lo que en los años '60 Landrú publicaba en Tía Vicenta.



En fin, me fui al diablo, ya que al aludir a La Nación del domingo quería introducir la nota de un escriba que parece hecho a medida de ese medio: Pablo Sirvén, acerca de Marcelo Tinelli.

En "Tinelli, el velociraptor de la televisión", el ex redactor de Convicción le erige un monumento al conductor de Showmatch, sobre una edición bochornosa (con lo que ello significa)  de ese programa.
Véase: http://www.lanacion.com.ar/1488696-tinelli-el-velociraptor-de-la-television

Por esos azares absurdos, vi parte de esa emisión, en especial, el momento en el que el conductor se ensañaba con un dj gay de un modo vergonzoso, con la Nannis de ladera.

Según vi en algún refrito, parece que lejos de querer mortificar al muchacho, Tinelli se embaló con el fulano, travistiéndose y alterando la rutina de eso que conduce. Salió del estudio de televisión (relata Sirvén, extasiado con el conductor) a compartir una porción de pizza con la hija de la Nannis y parece que se subió a un colectivo.

Sirvén, con delectación, mediante un discurso embelesado y alcahuete, relata esas indignidades proponiéndolas como la Summa del talento artístico que pueda arriesgarse desde la televisión, cuando en verdad no parece expresar otra cosa de lo que viene destilando tupido (ese programa, con ese conductor, desde ese canal): una de las manifestaciones más repugnantes de este tiempo -a veces- tan contradictorio.

domingo, 8 de julio de 2012

Pepe: el lujo es vulgaridad.

Recuerdo haber entrevistado (hace unos veinte años) a Falucho Luna, en el marco de una investigación sobre don Arturo Illia que -por razones varias- nunca vería la luz.

Luna, lo supiera él o no, fue uno de los enemigos más eficaces de Illia; autor de "La Argentina: de Perón a Lanusse", cuando embarcado en un frondicismo duro y puro, escribió con un desprecio subrayado sobre el ya derrocado Presidente. No es el momento, tal vez nos ocupemos de las mendacidades de Luna sobre Illia.


El  destrato no era novedoso: a Illia se lo reconocería después de muerto o a pocas semanas de morir, despreciado con una crueldad indigna de él. 


No apelo a la leyenda del abuelito bueno que gobernó el país unos meses, puesto que entre 1963 y 1966 Arturo Illia no era abuelo y tampoco era tan bueno como se lo quería pintar. Digamos, no era ningún buenudo Illia, era un político que con suma eficacia supo y pudo disputarle el liderazgo de su partido a Ricardo Balbín, quien perdió la candidatura presidencia del 1963 a manos del Maquiavelo de Cruz del Eje, tal la denominación de Mariano Montemayor, uno de los periodistas que con descaro exigió a gritos el derrocamiento de Illia, desde las páginas de Confirmado, por los riesgos que Illia y su gobierno suponían a los intereses creados que, como dijimos, Illia supo joder. 

Montemayor, como tantos otros (entre ellos el director de la revista en la que escribía, Jacobo Timerman, quien, antes del infierno que padecería en las mazmorras de la última dictadura, supo estar siempre en el lugar equivocado) no se nimbaban con la pureza o la inocencia de Illia, sino que advertían el peligro que su propuesta encerraba: la de un radicalismo que, si se le daba tiempo, podría constituir una alternativa tan o más indeseable que la del peronismo proscrito.


Evoco a Illia (y a Amadeo Sabattini y a Hipólito Yrigoyen también), al encontrarme con la foto del presidente uruguayo, el Pepe Mujica, en la nota "Mate Amargo" de Santiago O'Donnell, publicada en la edición de hoy de Página/12 (http://www.pagina12.com.ar/diario/elmundo/4-198181-2012-07-08.html).

No escribo para reseñar las duras alternativas políticas que debe afrontar el querido, valioso y valiente compañero que gobierna más allá del charco; me conmuevo ante la pureza que propone la toma: el secador y su trapo de piso, la escoba, la palita, la cortina de bambula o vaya a saber de que género, la reposera (o algo así) dejada al descuido al lado del acceso a la casa, donde una cortina (de un material tan atorrante como el de la ventana) esconde la puerta que (me juego la cabeza) ha de ser de acero inoxidable. El atuendo: camisa, bluyín, alpargatas y un felpudo debajo de esas alpargatas.

Esa dignidad tan subrayada, lo claro que la tiene el Pepe, me generan cierto ruido con lo que uno ve por estos lares (emparentada en las políticas estructurales, en las antípodas respecto de la cualidad que esta entrada destaca) o más que ello, acerca del valor (no sólo ético, ante todo político) de la austeridad  en el ejercicio de la cosa pública, incluso sin los ribetes franciscanos del devenir vital -por tal auténtico, admirable, enternecedor- de nuestro querido compañero, el  Pepe Mujica

jueves, 5 de julio de 2012

Román.

Fabio Alberti, en los meses del colapso de fines de 2001, en el Canal 7 del Estado (en condigno derrumbe), escribía disparates en un pizarrón y  preguntaba a la cámara: "¿qué nos pasa a los argentinos? ¿estamos locos?"

Algo de eso pensé anoche cuando escuchaba pirotecnia, bocinazos y hasta una bandera de River festejando... el triunfo del Corinthians (¡¡¡¡!!!!).


No voy a apelar a ninguna frase hecha patriotera (el fútbol y la Patria se relacionan entre sí, como el culo y la témpera), sólo que me da mucha vergüenza, como hincha del (otrora) glorioso River Plate que se celebre la desgracia de Boca.

Méritos hicieron muchos bosteros (no todos) al gozar como nada el descenso de River el año pasado. No puedo expresar (constituiría una apología del delito) las cosas que pensé y deseé a Boca Juniors y a cada hincha de Boca en ese aciago mes de junio de 2011.

Con tres excepciones: Luciano de Franceschini, Miguel Rep y Juan Román Riquelme.

Fueron los únicos bosteros (por lo menos de los que conozco)que lamentaron sinceramente el descenso de River. 


Recuerdo a Riquelme en conferencia de prensa cuando se le preguntó por el descenso de River. 


No sé quién inventó que el 10 de Boca es inexpresivo, no será efusivo o falso al estilo de ese imbécil de Iudica, para hacer una comparación que Riquelme no merece;  su expresión, siempre contrariada, expresa muchas más sensaciones que el histriónico más pintado.

El respeto con el que Riquelme habló de River (River Plate, dijo), la pena sincera, genuina, con la que lamentó ese alternativa (resaltando el duro momento que atravesaban sus colegas, los futbolistas de River), realzó en mí el respeto que siempre tuve por ese deportista, cuyos deslices en la Copa de 2006 (bien que relativo) y en la Copa América de Venezuela del año siguiente, lamenté enormemente.

Escribo, entonces,  para dejar testimonio de mi respeto, futbolística y humanamente, a don Juan Román, jugador de excepción, exquisito de la pelota que por esos azares de la vida, vistió la camiseta equivocada.


miércoles, 4 de julio de 2012

Piazzolla

Aunque siempre despotriqué contra esa necrofilia tan nuestra de evocar a las personas en la fecha de sus muertes, borro con el codo lo escrito con la boca y a cuento de una muy buena columna publicada en la edición de hoy de Página/12, me entrego a compartir ciertas reflexiones acerca de don Astor Piazzolla, muerto hace ya, 20 años.

Comienzo (para variar) por la autorreferencia.

De chico abominé del tango o algo así, natural reacción ante tanto tango escuchado desde que escucho. Tendría seis, siete, ocho años cuando una mañana de sábado me desperté, interrumpido un sueño en el cual le decía a un amigo de mi edad: "si ayer la quise, qué importa, qué importa si hoy no la quiero", frase inusual para esa edad, lo que recuerdo había generado mi sorpresa en el sueño mismo.

Naturalmente, me estaba despertando al compás de "Qué me van a hablar de amor", rito de cada sábado por la mañana: Troilo o el Polaco Goyeneche, atronaban en casa por mandato indiscutible impuesto por mi Viejo.

Sin embargo, siendo yo más grandecito, a pocos años de su muerte empecé a interesarme en el tango y solíamos conversar acerca de los estilos de las distintas orquestas.

Aunque tanguero de negro paladar, rescataba a Piazzolla, no era lo que le gustaba escuchar, pero lo respetaba, aunque no tuviera un solo disco de Astor.

Es sabido, que por años, fue un lugar común el desprecio a Piazzolla, temperamento que no pocas veces fue acompañado mediante violencia física, en un caso que recuerdo, a manos de D'Arienzo, cultor del género que no podía estar más lejos de Piazzolla, a quien mi Viejo tampoco quería ni respetaba como al autor de Adiós Nonino.






Lo cierto es que en mi caso, siempre escuché a Piazzolla e inicié a muchos en el tango a través de su música, estrategia en la que fui siempre infalible al proponer la escucha de los colosales trabajos de los '70s de Roberto Goyeneche con la orquesta de Atilio Stampone: un deleite incomparable.

Volvamos a Piazzolla y cito de memoria un trabajo sobre la literatura argentina dirigido por don David Viñas, que se interrumpió con su muerte, precisamente en el Tomo 4:  "El peronismo clásico (1945-1955): Descamisados, Gorilas y Contreras", donde se publica un artículo (cuyo título no recuerdo) que trataba la coincidencia entre el final de la época de oro del tango en el año 1955 y (claro está) el cierre abrupto del primer peronismo.

Lamento no tener a mano el trabajo, porque valdría la pena glosarlo; contrapone en el sentido de relacionar ambos finales, a la composición por parte de peronista Cátulo Castillo del  desesperanzador: La última curda, escrito en ese tiempo, durante el cual para el autor de María  y Desencuentro, venía de un país que está de olvido, siempre gris, tras el alcohol, requiriendo a su interlocutor que le cuente su condena le diga su fracaso, a juicio del autor (y coincidimos) de ese peronismo violentamente concluso.


Año, a su vez, durante el cual Piazzolla abandonaría la ejecución del tango clásico para embarcarse en experiencias como la del octeto gestado en 1955, que vendría expresar el mismo nihilismo de Castillo, sólo que aupado a un sentir más antiperonista que popular o modernoso, embretándolo para siempre en ese vereda.

Fue Piazzolla, por impostura quizás, un antiperonista cerril, que denostó públicamente al peronismo y su legado, llegando incluso a justificar el terrorismo de Estado de la última dictadura, atacando mediante el discurso militar a los argentinos exiliados en Europa durante esos años crueles, lo que le valió a Pino Solanas no pocos dolores de cabeza (según el propio cineasta lo reconoció) cuando lo convocó para la musicalización (exquisita, colosal, dicho sea de paso) de Tangos. El exilio de Gardel, estranada cuando promediaba el gobierno de Raúl Alfonsín.

Una nueva expresión de ese antiperonismo de Piazzolla fue el evidenciado durante la campaña electoral de 1989 en el ocaso de esa administración radical, al decir públicamente que si ganaba Carlos Menem, se iría del país; temperamento que varió a muy poco de asumir el riojano la Presidencia, cuando sus primeros pasos convencieron al gorilaje telúrico de que con Carlitos no había nada que temer.

Comenzó a morir al poco tiempo, de un ACV que los sorprendió en París en 1990. Falleció un 4 de julio de 1992 en Buenos Aires.

Como sea, pensare lo que pensase, queremos a Piazzolla a través de su música, de sus composiciones imparangonables, expresivas de toda una época, de un rigor y una majestuosidad, impropias.

No dije que empezó su trayectoria como primer bandoneón y arreglador de Pichuco Troilo, a quien amó, ese Gato jodido que evocamos, como a un padre. Y a muchos años de la emancipación de Troilo, en 1970, grabaron a dos bandoneones Volver.


Cerramos con ese deleite: http://www.youtube.com/watch?v=pPHflQeHCyg

Dedicado a Osvaldo Gandolfo.

martes, 3 de julio de 2012

3 de Julio

Pasaron ya tres años de un encuentro no tan casual, con gente querida que frecuento poco por este tiempo, cuando nos reunimos en un café porteño a divagar, ocasión en la que nació en mi (con la compañía de esa gente muy querida) a conformar algo más formal, si se quiere, ocasión que dio ie al Encuentro que da nombre a este espacio.

No sólo el almanaque de 2009 signó ese bautismo, sino que en coincidencia con el aniversario de la muerte de don Hipólito Yrigoyen (no obstante no todos los intevinientes en esa reunión le reverenciaran la admiración intensa que quien escribe sí le consagra), eché mano a la efmérida y así llamé al grupo, que a poco de nacer fue deshilachándose.

Tanto como este blog, que tuvo su parate y un nuevo impulso el mes pasado, decidido a partir de razones íntimas que ya he compartido y se circunscriben a una: dar fe de lo que uno piensa, con el riesgo que ello supone. Verificado en este mismo espacio cuando, por ejemplo, repaso ciertas entradas muy críticas a Néstor, a quien por estos días (y no sólo por su muerte tan temprana, tan injusta) respeto tanto.



Escribo Néstor y evoco las razones de aquella cita en un café de Buenos Aires en julio de 2009 y caigo en la cuenta de que nos convocábamos para intentar comprender las razones del resultado electoral del domingo anterior: un  empate técnicamente hablando, aunque por los alcances y el estrépito que produjo, en especial ante los resultados en la Provincia de Buenos Aires, donde Néstor perdió por poquito contra Francisco De Narváez y en lo que a mí tanto me preocupaba, teniendo en cuenta el 12% de los votos que había cosechado el candidato del Gobierno, Calos Heller, en la Ciudad de Buenos Aires, campaña en la que participé acompañando a un candidato de esa lista, Julio Piumato, que por estos días me tiene tan asombrado como indignado y dolorido.

Parecía que a Cristina y a Néstor, les quedaba la retirada. Los manuales de la mediocridad en el análisis político, cultivados con tesón  y mano maestra por Joaquín Morales desde el dario La Nación, postulaban la imposibilidad de que Cristina renovase su mandato. Sólo quedaba espacio para una retirada, en pésimos términos, en especial para las personas de ambos conductores de ese Gobierno.

Nada salió como esperaban ellos, los opositores encarnizados a ese Gobierno, revalidado luego de que el país quedase dado vuelta como una media: como ya escribí fue el tiempo más fecundo e intenso de los años K, los que consolidaron los cambios iniciados en mayo de 2003 y perfilaron una Argentina tan distinta a la legada por la última dictadura militar.

Que por eso pone tan nerviosos a tantos que esperan que esta etapa luminosa como pocas termine cuanto antes y denostan a Cristina, como denostaron a Néstor, al mejor Raúl Alfonsín, a don Arturo Illia, a Juan y Eva Perón.

Y por cierto, a Hipólito Yrigoyen.

lunes, 2 de julio de 2012

La suerte en sus manos

El día de hoy en lo personal, debería depararme otras inquitudes, que sin embargo afronto, no obstante desde que llegué al nuevo lugar en el que resido (desde donde, naturalmente, escribo estas líneas) he visto una y cien veces la foto que sigue, en la cual un personaje que desprecio con una pasión que debería consagrar a otros menesteres, lleva en andas a un pibe que juega en la séptima de San Lorenzo de Almagro.

El sujeto que lo alza para la contemplación de una platea extasiada, vino utilizando al pibe de rojo cabello para mufar a los arqueros que disputaban decisivos partidos contra el equipo que dirige ese canalla (dicho sea con todo respeto hacia los hinchas del querido Rosario Central, en especial, de Osvaldo Gandolfo).

La asociación entre mala suerte y gente de pelo colorado, nació (dizque) en la Buenos Aires antisemita de los años '10 y '20, cuando los nenes bien (cìrculo al qu nunca pertenecería por más que lo aspire como a nada el gandul que en la foto que reproducimos abre la boca y sube en andas al pelirrojo extasiado vaya uno a saber por qué carajos) recorrían -con éxtasis similar a los del pibe que abre sus brazos- a afeitar barbas largas de ese color, quemar templos religiosos y matar, lisa y llanamente a los rusos maximalistas que querían traer a estas costas la revolución de octubre del '17.

Sólo un sorete (para ser eufemísitico) como el proxeneta de barba candado que aparece en la foto puede pergeñar una bajeza como la de utilizar de un modo tan ruin a un deportista incicpiente que llevará de por vida el estigma de ser jettatore, aunque por estas horas, ciertos simpatizantes lo glorifiquen por ello.

Es indignante.

Tanto como corroborar, una vez más, que la suerte suele estar en las manos más abyectas.