domingo, 21 de febrero de 2010

La Fiesta de Todos.


“Esas multitudes delirantes, limpias, unánimes, son lo más parecido a un pueblo maduro, realizado; unido por un sentimiento común sin que nadie se sienta marginado ni derrotado y, tal vez, por primera vez sin que la alegría de unos signifique la tristeza de otros”.

La cita, corresponde a una película recientemente difundida por el canal que corre el riesgo de desaparecer a manos de la Ley de Servicios Audiovisuales, según anticipa en un separador una señora mayor, cariacontecida, mientras camina por un archivo en el cual –según ella- “viven”: Niní Marshall, Tato Bores, Alberto Olmedo, Pepe Biondi y tanta gente querida por el público local.

No aclara la señora que teme por la nueva ley, que esa señal emitía programas y películas protagonizadas por esos referentes y no puede hacerlo ya, porque desagradecidos deudos de algunos de esos laburantes del cine y la TV pretendieron cobrar derechos por ello; y ante la falta de reconocimiento de esa señal, interpusieron acciones de amparo que circunscriben la “vida” de esos artistas a los archivos del canal.

El canal es “Volver”, el cual, reproches éticos a sus directivos al margen, consulto con fruición, me gusta ver cine nacional. Aunque de un tiempo a esta parte, deban repetir –a veces en el transcurso del mismo mes- las películas ya emitidas debido a los pleitos judiciales referidos.

Dos o tres domingos atrás, volvieron a emitir una película filmada en 1979, celebratoria del Mundial de Fútbol jugado en el país en 1978: “La Fiesta de Todos”.

Es una suerte de compendio de los momentos más importantes de esa Copa del Mundo, con especial seguimiento a la campaña del seleccionado dirigido por César Menotti: se ven goles, jugadas, etc.

Dirigida por Sergio Renán, la película no se circunscribe sólo a lo deportivo, sino que propone un fresco de época en derredor de las vivencias que rodearon el campeonato: desde escenas de ficción que daban cuenta de actitudes y temperamentos prototípicos de “gente del común” ante ese evento; hasta miradas con alguna pretensión intectualoide de referentes de algún pensamiento, bien que matizado acorde con los tiempos que corrían.

Respecto de las primeras, convocó Renán un elenco destacadísimo que incluyó a Luis Sandrini y su esposa Malvina Pastorino; el ahora cotizadísimo Ricardo Darín, Mario Sánchez, Ulises Dumont, Aldo Barbero, Juan Carlos Calabró, Ricardo Espalter y siguen las firmas. Jugaban escenas costumbristas que matizaban las alternativas futbolísticas que se reflejaban.

Desconozco el impacto que entonces tuvo la película, pero a poco de terminar la dictadura y siendo que ese Mundial se lo vincula con el apogeo del terrorismo de Estado, a la vez que se lo propuso como una alternativa ensayada por los criminales que lo encarnaban tendiente al afianzamiento del proyecto político, la película fue, tal vez injusta, aunque forzosamente, identificada con el régimen militar o desde ya, con el férreo aparato de propaganda del régimen. Remito a quien le interese, a consultar un interesante estudio publicado en: http://estatico.buenosaires.gov.ar/areas/educacion/cepa/la_fiesta_de_todos_eseverri.pdf

Esa mirada no es caprichosa, desde que el filme repasa un evento de capital significación para los jerarcas de la última dictadura, sin embargo me hace ruido (para bien) la intervención de gente honorable, desde su director, pasando por buena parte del elenco destacado, anoto a su vez en este rincón, al periodista Diego Bonadeo.

A su vez, anoto a favor de Renán que en ningún momento de la película –incluso aparece cercenada, tal vez por ello, la entrega de la Copa del Mundo al capitán de la Selección, Daniel Passarella- aparece la estampa de Videla.

Otros, sin embargo, jugaron otro rol.

Por todos, el de un periodista político, mentado entonces y ahora después de muerto como “Robert Mitchum”, que ensalzaba solapadamente al régimen desde la ponderación de la rapidez de las obras ejecutadas para el acondicionamiento y construcción de los estadios en los que se jugó la Copa. Anoto también, las interjecciones de ese amoral que fue el robusto “Relator de América”, José María Muñoz, que participa de la película, perpetrador de una serie de inmundas canalladas durante esa Copa y la celebrada en Japón, en 1979.

Y a su vez fue ciertamente desafortunada (para calificarla con amabilidad) la de Félix Luna, que transcribo al principio de la entrada.

De pie, en un balcón de un edificio embanderado con los colores argentinos, entre papelitos que caían acompasadamente, de severo traje y corbata, pondera de esa manera feroz el momento que se vivía durante los festejos por el campeonato alcanzado.

La automática relación entre Luna y la historia nacional complica todo.

Habla, repasemos, de “multitudes delirantes”, pero “limpias”, en clara referencia a la mugre de otras, o de otra en verdad, la que se lavó las patas en la Plaza de Mayo durante el lejano mes de octubre de 1945 o las igualmente vocingleras, aunque roñosas del más cercano 1973; anota la “unanimidad” de esas muchedumbres, en épocas en las cuales el “disenso” con esa gesta o cualquier otra iniciativa emanada del poder militar tenía un costo por todos conocido o por lo menos, sospechado.

Habla de “madurez”, cuando lo que se festejaba era un triunfo deportivo y anota que por primera vez, la alegría de unos no significa la tristeza de otros, frase que a poco de conjugarla con lo que estaba pasando adquiere ribetes de una perversidad indigerible.

Como fuere, don Falucho estaba ufano, o simulaba estarlo, al repasar tanta algarabía común.

A poco que terminó la película, me interné en la lectura de los diarios de ese domingo y, mediante una relación casi forzosa, contrasté ese fresco de tanta alegría regimentosa con los disensos agonales de este tiempo tan distinto.

Y fue entonces, que pese al cansancio que viene generándome tanto encono, tanta disputa, tanto enfrentamiento en la Argentina actual me consuela verificar que esta época no es propicia para ninguna Fiesta de Todos.

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