sábado, 6 de febrero de 2010

El Clarín, estridente sonó. Y sigue esperando la carroza.


Decía, en mi entrada anterior, mientras sigo hurtándole el tiempo a mis delirios acerca del origen antiperonismo cultural por medio del estudio de los papeles privados de Adolfo Bioy Casares; que viendo TN me había enterado de la conferencia de prensa que la Presidenta ofreciera días pasados en la Casa de Gobierno.

En esa oportunidad, entre otros temas, Cristina Fernández había echado leña al fuego de la lucha que libra su administración con el multimedio “Clarín”, subiendo la apuesta al punto de referir ciertos problemas judiciales que empinados directivos de ese conglomerado (incluso su mandamás) vienen enfrentando a causa de enjuagues financieros varios.

Al día siguiente Cristina sostuvo, que las puntuales referencias realizadas habían sido censuradas por ese medio, de lo cual puedo dar fe: como dije antes, en el segmento del querible Lapegüe nada me enteré respecto de tales denuncias, de las que tuve noticia al día siguiente por medio de la prensa gráfica.

Puesto a ser muy preciso, destaco que “TN” al emitir un resumen de la rueda de prensa durante la cual la Presidenta confrontó con un empleado de ese medio (lo que sí fue reflejado ) no consignó las referencias presidenciales a litigios judiciales ni los nombres propios consignados, aunque difundió en la voz de Lapegüe, un comunicado de “Artear” (eso creo recordar), mediante el cual se desmentían las “acusaciones de la Presidenta” a directivos del multimedio, particularidad que, insisto, no había sido reseñada en tal resumen.

En la edición del diario “Clarín” del sábado 6 de febrero, luce una nota que anuncia un “traspié” de Cristina Fernández, por cuanto como ya se dijo, había aludido a una edición o censura que no se había verificado en “TN” que emitiera la conferencia de prensa sin omisiones, contrariamente a lo sucedido en el canal 7 (escrito así, en minúsculas) a causa del inicio del clásico platense entre pinchas y triperos (ver: http://www.clarin.com/diario/2010/02/06/um/m-02134794.htm).

La mala leche de la nota es patente, además, desde la foto que la ilustra: el gesto de la Presidenta, la posición del micrófono, la vocalización que empleaba entonces, invitan a la chusca chabacana; los ojos cerrados, sugieren una ceguera en ella, artilugio, aunque difundido en los medios de muchos años a esta parte, aparecen en este caso y ante esta coyuntura, como un agravio demasiado subido de tono.

La mano viene espesa con los muchachos de Clarín, de eso ya no cabe duda.

Supieron ser más sutiles, o siguen siéndolo incluso, cuando para editorializar desde una imagen, proponen los dibujos insuperables en su agudeza y brillantez, del Maestro Menchi Sábat, quien supo –inolvidablemente- provocar una (desmesurada e injusta) furia presidenciales, no hace tanto tiempo.

A su vez, no pierden la ocasión de sangrar por la herida, cuando consignan la interrupción de la conferencia de prensa por parte del canal estatal ante el inicio de un partido de fútbol, privilegio que hasta el año pasado monopolizaba una empresa del grupo, una de las tantas cuitas que ese multimedio quiere cobrarse.

Hay insidia a su vez, cuando de la nota se desprende que: “¿En qué país del mundo la televisión (privada o estatal) está obligada a transmitir todas las actividades del presidente? ¿Acaso no existe la Cadena Nacional -de la que la presidenta suele disponer indiscriminadamente- para que su voz y su imagen pueda verse en todos los canales, incluso Canal 7?", ostensible remisión a la rescisión por parte de Hugo Chávez de una licencia a una señal televisiva, precisamente, por no emitir completos sus discursos; solapada amenaza de un (inexistente) riesgo que se evidenciaría al ponerse en práctica la ley de medios audiovisuales.

Son pocos los casos mediante los cuales uno ratifica su temperamento de apoyo a ese proyecto, ahora convertido en ley, desde una manipulación informativa artera y temeraria.

Así viene la mano: suena estridente el Clarín y con poco disimulo ansía que de una vez, llegue la carroza.

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