domingo, 28 de febrero de 2010

Ala de criados.



Acabo de llegar del “Teatro Del Pueblo”, donde fui a ver: “Ala de Criados”, nueva propuesta de Mauricio Kartún.

Talento al margen, comparto inquietudes con Kartún. Ambos, yo apenas desde este espacio íntimo, él desde su obra más reciente, nos ocupamos de la violencia. De la ejercida, alentada y proclamada por las clases dominantes.

Cierto es que, a poco de escribir el párrafo anterior, verifico que buena parte del pensamiento filosófico, político, social, pedestre, ha venido haciendo pie desde hace siglos en la violencia humana.

Sólo que Kartún y, con patente modestia quien escribe, hacemos foco en la violencia concebida o expresada desde el poder establecido.

El contraste no es menor, dado que un repaso apresurado de la producción literaria de mediados de los siglos XIX y XX, también se ocupa de la violencia, sólo que de aquella protagonizada por los sectores populares.

“El Matadero” y “La Cautiva” de Esteban Echeverría, “La Refalosa” de Ascasubi y por cierto: “Facundo. Civilización y Barbarie” de Sarmiento, dieron cuenta de la violencia política encarnada por el populacho, en línea con: “La fiesta del Monstruo” de Borges y Bioy o, por caso (perseverando en una enumeración a la violeta) “El incendio y las vísperas” de Beatriz Guido, ambos trabajos producidos cien años después.

Kartún, entre otros, pero de él y la obra que acabo de ver quiero escribir, trabaja el modo de dominación de los sectores oligárquicos, desde una mirada burlona, como brutal.

Lo descubrí con: “El Niño Argentino”, una de las piezas que más me impactaron, desde el texto, hasta las soberbias actuaciones de un Mike Amigorena pre “Pells” y de Oski Guzmán. Poderoso trabajo ése.

Describe el viaje a París de un nene bien libidinoso y vicioso que es confinado a la bodega del barco por su padre, y de la relación que esa alternativa hace nacer entre el peón de la estancia de su familia que viajaba en esa bodega, al cuidado de la vaca que proveía de leche fresca a esos patricios en trance.

Ambos se fascinan desde sus instintos más bajos que mutuamente abrevarán (vicios, pederastia, zoofilia, arribismo y otras canalladas), con un final impactante, digno de esa pieza magistral que debería reponerse.

“Ala de Criados” transita la temática y la época, aunque en este caso se ubique en el mes de enero de 1919, en el “Pigeon Club” (de tiro al pichón) de Mar del Plata, donde tres nietos de un abuelo embanderado en la gesta de los jóvenes patricios de la “Sociedad Patriótica” que defendían a sangre y fuego una Buenos Aires cuyo orden era conmovido por huelguistas, “maximalistas” y judíos, son despachados por considerarlos inútiles para esa faena (uno por “invertido”, la otra por mujer –y fea, encima- el otro, por imbécil).

Sin embargo, en esa bucólica Mar del Plata vacía de veraneantes a causa de la lucha entablada en la Capital, en un club en el que nada podía hacerse, porque en pro de la gesta patriótica, las armas y municiones para matar a las palomas habían sido despachadas a Buenos Aires, esos tres inútiles cocinan su gesta, ayudados por un sirviente del club, que destaca no ser “criado”, aunque duerma en el ala destinado a aquéllos, sino “cuentapropista” que explotaba “la engañifa”.

Y en una noche de pólvora y de cocó, los inútiles (“bichos”, como los llama un “nuevo rico”, socio del club, para colmo ascendencia judía maquillada), bajo la dirección del “cuentapropista” que se envanecía de ser “crumiro” (carnero) en esos días de huelga general, salen a matar para reivindicarse, para darse un lugar en ese sector social que en esos días empuñaba las armas en Buenos Aires.

Salieron a matar. Y no pararon.

Aconsejo ir a ver: “Ala de Criados”, está muy bien actuada y expresa no sólo una temática común con quien escribe, sino la intuición de que los poderosos, tal vez hoy día con mejores modales, no trepidarán en volver a matar para defender sus privilegios si es que alguna vez se los cuestiona con astuta y eficaz decisión política con mayoritario respaldo popular.

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